
Algo es seguro: una no puede existir sin la otra.
Son fuerzas opuestas, no se soportan, y luchan entre sí sin descanso.
Cada una dando su peor y su mejor, sacrificando vidas y recursos preciosos para demostrarse más valiosa que la otra.
A la raíz de esta lucha hay algo preciado, algo único, no creado por ninguna de estas dos, la misma fuerza que dio origen a todo: nosotros, los seres humanos, que, en gracia, buscamos entendernos a nosotros mismos mirando a los demás, a los dioses, a la historia, a lo desconocido. Algunos buscamos dentro de nosotros y todo esto lo comparamos contra nuestra existencia. Lo comparamos en un plano que nos es desconocido –al que accedemos sin ningún conocimiento–, para encontrarle un sentido a la vida.
A ese camino lleno de vaivenes sin cesar.
Y ¡logramos aprender! Gracias a la maldad y a la bondad. La gran mayoría de nosotros vivimos entreverados entre las dos: ni blanco ni negro. Somos grises, tratando de navegar la vida. A veces somos bondadosos y a veces dejamos que la maldad nos consuma. Damos una moneda al mendigo y decimos una palabra vil al colega.
Pareciera que de verdad estamos en la balanza y que, cuando llegue el momento, ésta será colocada frente a nosotros y seremos juzgados por el platillo que más pesa. Y éste definirá como resultado nuestro siguiente destino en la eternidad de la existencia.
¿Qué pasa si no quiero vivir esa dinámica, cruel y sin sentido? Estoy harto de ver vidas sufridas y cegadas en esta lucha.
El bien para el mal es tan maléfico como el mal para el bien.
Pero, no tiene sentido. ¿Por qué estar en el medio de este enfrentamiento? ¿Soy un premio para alguno de sus líderes? Somos millones de humanos y cada vez más y más y la que más partidarios obtenga ¿qué gana?
¿O lo que vale son las acciones? ¿O será que somos solo una de las fichas del transcurrir de este macabro combate en un tablero tan grande que nos es incomprensible? ¿Cuál es el sentido de todo esto? ¿Acaso fuerzas tan soberbias no pueden vivir en armonía?
Es que son filosóficamente opuestas. Pero lo opuesto se toca necesariamente, ergo la una no puede darse sin la otra. Como el canto que une las caras enfrentadas de una moneda, si ese borde fuera real ¿cómo será estar en él? ¿Caos? ¿Armonía? O… ¿los dos al mismo tiempo?
Lo que pienso es locura ¡un caos completo! No sería ni lo uno ni lo otro, sino ¿los dos al mismo tiempo? ¿Me estoy saliendo de la reflexión permitida a mi especie? ¿Estoy tocando el límite de lo permitido? ¿Cómo pedir una guía cuando uno no acepta a ninguna de las dos fuerzas todopoderosas?
El miedo se apodera de mí. Caigo de rodillas en el piso de mármol blanco y negro. Mi cabeza no lo soporta. Mi hilo se pierde. ¿Quién soy y a dónde voy? Pienso en confusión.
De repente veo la tormenta de luz y oscuridad frente a mí y un ruido atronador en mi cabeza. Cierro los ojos y …Me veo en la calle, caminando a comprar unos cigarros ¿Qué fue todo esto?
Oigo una voz etérea que dice
–Caminas por el borde peligroso de un precipicio. Lo que viene, lo verás en su momento. Lo que sabes es lo que debes saber. Vívelo plenamente, bajo tu decisión por la bondad o la maldad. Ahí tocas tu verdadera esencia: tú decides por quien vives.
¿Vivir sin ninguna de las dos te es posible en este momento de tu eterna existencia?
MAED