
Estoy caminando por el espacio de una gran oficina. Muchos escritorios están juntos, aunque con una respetable distancia entre ellos. Veo en las personas un solo tipo de uniforme: camisa de cuello blanca, zapatos negros y corbata negra; las mujeres con falda negra y una pequeña bufanda, también negra, en el cuello. La sobriedad es la norma.
Toda la oficina es blanca, los escritorios de estructura metálica, con una tabla de madera encima. Se ve gubernamental, sin colorido, tirando muy fuerte a lo parco, todo bañado de luz, que entra a raudales por inmensos ventanales los mas grandes que haya visto en mi vida.
Sigo caminando y me siento al frente de uno de los escritorios ¿Que cómo llegue allá? ¡No lo sé! La gente pasa por detrás y por delante de mí, van rápido. Así que la distancia tiene algo de práctico también ¡aunque es increíble lo que veo! estamos en plena pandemia y nadie lleva ni máscara ni guantes. Y, ahora que me doy cuenta, ¡tampoco yo los tengo!
De repente se sienta un funcionario, vestido pulcramente, con uniforme, sobrio y aburrido. Me mira seriamente, cruza sus dedos frente a mí y los aterriza sobre el escritorio. Su corbata es negra y delgada ¡Se ve tan aburrida! De repente oigo la voz de un personaje, como sacada de una novela de Ray Bradbury, seca y directa. El funcionario me mira y me dice seriamente:
–¡Es muy importante que siga soñando con dragones azules!
Mi cara de perplejidad debió de parecer digna de una ópera en el MET: me veo a mi mismo con la boca abierta, oyendo algo tan contradictorio con el lugar en donde me encuentro.
El rostro del funcionario sigue siendo el mismo, a pesar de mi expresión. Seguramente era muy chistoso verla. Un momento después me recupero y le digo que eso no tiene sentido, que los dragones azules ¡no existen! El me responde que es precisamente por eso por lo que tengo que seguir soñando con ellos, porque eso hace parte importante de lo que me hace humano. Yo aún no lo logro entender: con todo lo que está pasando de protestas, asesinatos, covid-19, corrupción ¿acaso no es más importante soñar con la solución de todo esto? pregunto. Él me mira con cara de haber dicho el mismo discurso muchas veces, respira con tranquilidad y lanza una mirada de: Aquí vamos otra vez con lo mismo.
–Los seres humanos como usted tienen algo muy valioso y que no usan demasiado, o bueno, sí lo usan, pero de mala manera. ¿Sabe a qué me refiero, señor M?
–No, no sabría decirle.
–Bueno la cuestión es muy simple, se llama imaginación imposible. La gran mayoría de los humanos sueñan con imaginación posible. Ésta significa que sueñan con lo que está cercano a sus circunstancias, con lo que ellos mismos creen que es lograble en la medida de sus posibilidades. Esta imaginación pertenece a otro departamento. Entre nosotros la llamamos imaginación sin riesgo: no levanta ninguna pasión, tal vez una escueta sonrisa del “soñador”. De esta imaginación existen lo siguientes ejemplos: Soñar con un cuadro en una pared, soñar con un viaje a un pueblo cercano, saltar en paracaídas, salir con la vecina a un bar ¡en fin! sueños que son logrables. Entiéndame bien , esta imaginación es importante , porque genera movimiento y tangibilidad. Pero la imaginación imposible es la que mueve realmente el mundo, la que deja ver el poder del ser humano de alcanzar cosas imposibles y después asombrarse con lo logrado: descubrir un nuevo elemento, hacer una máquina voladora, idear el celular… Todos estos inventos, que son normales hoy, el día en que se pensaron parecían ideas sin sentido. Hablar con un fantasma del clima, ir al centro de la tierra, hablar de civilizaciones interplanetarias ¿me entiende señor M?
No supe que responder, de repente dije sin pensar
–Yo, por ahora, solo buscaba que Medium me publicara algo, lo que fuera…
–¡Ese tipo de pensamiento no es el adecuado! señor M., me interrumpió el funcionario. Sueñe en grande, sueñe con una novela de talla mundial, sueñe con un nuevo tipo de narrativa, como la de García Márquez, el bien llamado “Realismo Mágico”. Usted tiene una oportunidad bellísima en esta vida y es creer en usted, creer firmemente en usted, señor M. Usted vino a este mundo a aprender y para hacer cosas extraordinarias. Es por eso que, cuando nacen los seres humanos no saben hacer nada. Y a medida que crecen, aprenden. Y en nuestro departamento nos hemos dado cuenta de que al avanzar en edad los humanos dejan de aprender, creen que ya se las saben todas -con unas pocas excepciones. Y eso pasa generalmente en la mitad de sus vidas, como en la edad suya actualmente, a los 40. Por favor, señor M., no vaya usted a creer que a los 80 usted se va a morir, yo solo hablo de un promedio. Imagínese usted ¡pensar en saberlo todo a los 40 años! Los humanos no han pisado un planeta en el sistema solar por fuera de la tierra, no comprenden la magnitud y la cantidad de misterios que los rodean. Vuelvo y le digo, no es cuestión de conocerlos, es SABER que existen esos misterios. Eso le permite pensar con humildad, señor M., humildad que es muy escasa en su especie.
¡Mi especie! Pienso para mis adentros.
–Sí, señor M., su especie. No crea que están solos en el universo. Solo observe lo que hay en la tierra y se dará cuenta de que siempre existen varias especies del mismo tipo. Por dar un ejemplo: osos. Hay varios tipos, negros, pandas, de anteojos, etc. Hasta en su misma especie puede usted ver las diferencias que existen. Su cultura es diferente a la japonesa, a la rusa… y dentro de estas mismas, existen diferentes tipos de pueblos, con diferencias físicas y de costumbres que pueden llegar a ser muy marcadas. No se equivoque señor M., su especie no está sola en el universo. Y recuerde que algunos grande imaginadores imposibles ya lo vieron, Asimov , Sagan, por citar a unos. Recuerde: Lo imposible es cuando nadie piensa en ello. Ya descubierto, lo imposible se vuelve tangible. Me sigue, señor M?
–Pensaría que no, le respondo yo, con absoluto asombro.
El funcionario me mira con incredulidad y me dice:
–Bueno, el mensaje ya fue dado, ¡es hora de que regrese!
–Como así que regrese? Le pregunto yo.
–Sí, usted está soñando. Es hora de que vuelva al mundo tangible.
Oh ¡Dios mío!, pienso para mí.
–Sí, señor M. y recuerde que Él le manda saludes.
–Eso no está bien, leer la mente de los demás, le digo yo molesto y tratando de lograr algo de control sobre la situación.
–No se preocupe, me responde él. Todo queda en el archivo. Si quiere levantar una queja, cuando llegue a su destino, después de su vida, llene el formato D145 y lo procesaremos con prontitud.
Y en ese momento le cambió la cara: se le escapó una sonrisa, como si disfrutara inmensamente de la burocracia del sistema.
–Yo no recuerdo mis sueños, le dije.
–No se preocupe ¡éste sí lo va a recordar! Adiós señor M. Y no olvide: ¡Sueñe con dragones azules! Para mí fue su mejor sueño hasta el momento. ¡Nos divirtió mucho el final!
Y fue así como terminé levantado a las 3:00 de la madrugada, para escribir esta historia.
MAED